dilluns, 10 d’octubre del 2011

Cervezas, prostitución y fútbol en Butembo

Je t'aime; l'amour, pas de problème (te quiero; con el amor, no hay problema). Con esta romántica frase, una chica que conocí en una discoteca de Beni (54 Km al norte de Butembo) me insinuaba que si estaba interesado en tener sexo con ella, podíamos llegar a un acuerdo económico.

La prostitución es un fenómeno tan extendido en la Provincia de Kivu Norte (y seguramente en toda la RDC) que incluso un visitante extranjero, tras unos meses viviendo en la región, la puede acabar normalizando. Cuando vivía en Palestina solía hablar con otros cooperantes del riesgo de normalizar la ocupación israelí: considerar normales y aceptables cosas que no lo son, debido al hecho de convivir cotidianamente con ellas durante años (colonias, incursiones militares nocturnas, muros, demoliciones de casas, etc.). Ante ese riesgo, nuestro compromiso era mantenernos vigilantes y críticos con la ocupación, negándonos a considerarla un elemento más del paisaje palestino. La prostitución, por muy habitual que sea en el Congo, tampoco debe ser normalizada. En su inmensa mayoría, las mujeres y niñas congoleñas que venden su cuerpo al mejor postor no lo hacen como resultado de una elección libre, sino como una forma de escapar de la miseria económica que las azota. Paradójicamente, los congoleños se suelen refierir a las prostitutas como femmes libres (mujeres libres).

Antes de proseguir quiero matizar que en este país la línea divisoria entre lo que es prostitución y lo que no lo es, es tan fina que a veces es imperceptible. En la sociedad congoleña, la inmensa mayoría de mujeres dependen económicamente de los hombres. Estos suelen comprar todo aquello que sus mujeres (novias, prometidas, esposas o amantes) necesitan. Algunas mujeres usan ocasionalmente su cuerpo para conseguir dinero u otros beneficios, aunque no de forma sistemática. Muchas otras optan por no pedir dinero a los hombres con los que se acuestan, aunque exigirán ser compensadas con cervezas, cenas, regalos, etc. La cuestión es muy compleja y sin duda no puede ser analizada con los prejuicios y esquemas mentales y morales europeos. En este artículo me refiero a las prostitutas como aquellas mujeres que venden su cuerpo de forma sistemática e indiscriminada a cambio de dinero.

En todos los bares y discotecas de Butembo que frecuentan los internacionales y los congoleños, las prostitutas forman parte del paisaje habitual. Me atrevería a decir que suponen entre el 60% y el 95% de las chicas que acuden a dichos lugares. Los hombres locales -y en menor medida algunos muzungus (incluso cooperantes)- usan sus servicios regularmente. Las tarifas populares para un congoleño que compra sexo son de 5-10 dólares, mientras que un muzungu tendrá que pagar cerca de 20-30 dólares (o mucho más, si tiene mucho dinero y escasas dotes de negociación).

Los hombres que no pueden o no quieren llevar a la prostituta a su propia casa tienen la opción de ir a un hotel. Pero los hoteles tienen dos inconvenientes: 1/ son caros (alquilar una habitación para una noche puede costar a partir de 25 dólares) y 2/ son poco discretos. Por ello, la gran mayoría de hombres optan por una tercera opción, barata y a salvo de miradas indiscretas: alquilan una habitación en una casa ajena. El pago por el servicio de alquiler es en especie: una botella de cerveza. Normalmente se paga con la más popular de ellas, la congoleña Primus, que cuesta cerca de 1.300 francos congoleños (1,4 dólares) y contiene 72 centilitros del preciado líquido.

Primus, la cerveza reina en la RDC

Típicamente, el negocio de las habitaciones para encuentros sexuales está en manos de mujeres que viven solas. Muchas de ellas son viudas que perdieron a su marido durante la guerra, y como consecuencia también su principal sustento económico. En una sociedad que considera el matrimonio como una obligación social y un requisito para ser respetado por la comunidad, estas mujeres viven con el estigma de no estar casadas. Y la mayoría de ellas sufre un doble estigma, ya que no sólo prestan una habitación a los hombres que necesitan calmar sus ardores sexuales; en la mayoría de casos también les prestan su propio cuerpo. Otra de sus principales actividades económicas domésticas es la venta de cervezas, que compran al por mayor y venden al detalle (pueden ganar cerca de 3 dólares por cada 12 botellas vendidas). Es por ello que el pago por el alquiler de las habitaciones es en forma de botellas de cerveza, cerrando así el círculo micro-económico. Se dan de esa forma tres actividades económicas en una sola casa: alquiler de habitaciones para encuentros sexuales, prostitución y venta de cerveza. Con el dinero que obtienen, las mamans colman a duras penas sus necesidades básicas y las de sus numerosas hijas e hijos. Y por supuesto, no sólo cobran; también les toca pagar un duro precio por sus actividades, contrayendo en muchos casos infecciones de transmisión sexual (ITS), que en el caso del SIDA les puede llevar a la muerte.

Afortunadamente, las "vendedoras de Primus" no están completamente solas. En Butembo, la organización SYPROFE -las siglas en francés de Sinergia para la Promoción del Bienestar de la Mujer y el Niño- tiene un Programa llamado "Mujeres que viven solas". En el marco del Programa, las mamans reciben formación en Derechos Humanos, análisis médicos gratuitos para la detección del SIDA, microcréditos para la creación de negocios, cursos de alfabetización y servicios de mutuas de salud y escolares.

Pero la actividad del Programa que más llama la atención es la de "deportes y ocio". Butembo cuenta desde hace años con el equipo femenino de fútbol llamado Mamamoprima, que significa en swahili "la maman que vende Primus". Al parecer, ver a estas mujeres -la gran mayoría víctimas de un abultado sobrepeso- corriendo tras un balón es un espectáculo inolvidable. Sin embargo, el equipo quedó deshecho tras la muerte de tres de sus jugadoras debido al SIDA.

Una de las jóvenes jugadoras, con la camiseta de la selección española de fútbol

SYPROFE intenta desde el mes de setiembre pasado reactivar al histórico equipo Mamamoprima. Lo está haciendo con escasos fondos de cooperación internacional y con mucha dedicación de su personal local. Amy, una amiga estadounidense que colabora con esta ONG, me invitó a ir este domingo pasado a ver el entrenamiento del equipo. Y acepté la invitación, sin dudarlo.

El equipo Mamamoprima durante su entrenamiento dominical

El equipo actual cuenta con 40 mujeres (por ello próximamente se dividirá en dos). Sin embargo, la presencia de mamans es mínima, siendo la mayoría de las futbolistas niñas menores de 18 años. Son las hijas de las "vendedoras de Primus", que se han ido incorporando progresivamente al equipo. Muchas de estas niñas ya están siguiendo el "negocio familiar" y se están prostituyendo, algunas incluso forzadas por sus madres. El fútbol es para ellas una alternativa de ocio sana, que incorpora muchos valores positivos y que contribuye a alejarlas de la prostitución.

Esta es la chica que fue elegida capitana por sus compañeras

Amy y yo tuvimos el privilegio de asistir a la constitución de los órganos de dirección del equipo Mamamoprima. Tras el entrenamiento, que tuvo lugar entre las 6 y las 9 de la mañana, fuimos todas y todos a un bar cercano. Allí, las jóvenes jugadoras eligieron (con voto secreto para no fomentar enemistades) su capitana, sub-capitana, secretaria, sub-secretaria, tesorera, sub-tesorera y responsable de la disciplina. Un servidor muzungu -nominado por su supuesta neutralidad- leyó todos y cada uno de los papelitos que contenían los votos escritos a mano, y anunció las vencedoras de cada categoría. Las votaciones de las futbolistas fueron un ejemplar ejercicio de transparencia y de democracia interna, que a muchos congoleños y congoleñas ya les gustaría ver en las elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar el 28 de noviembre.

Durante las votaciones para elegir los órganos de dirección del equipo

Gracias a algunos pequeños fondos internacionales aportados a SYPROFE, las chicas ya cuentan con camisetas de fútbol de dos colores diferentes. La mayoría de ellas juega descalza, lo que les ocasiona heridas y lesiones continuas; sin embargo, Amy me dijo que ha conseguido 70 dólares a través de donantes particulares de los Estados Unidos, que alcanzarán para comprar 10 o 11 botas de fútbol. A pesar de las ayudas, aún necesitan bastante más dinero para equipar correctamente a las 40 jugadoras. Si a alguna o alguno de los que estáis leyendo estas líneas os interesa hacer una donación económica al equipo de las Mamamoprima, podéis escribirme a mí (marcelmasferrer@gmail.com) o directamente al director de SYPROFE (en francés):

Monsieur Kambale BALOTI
E-mail: syprofenk2009@gmail.com

El fútbol quizá sea el opio del pueblo. Pero para estas mujeres, el deporte rey es una poderosa herramienta de transformación individual y colectiva, que las aleja de un lugar al que nunca deberían haber llegado.

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