Je t'aime; l'amour, pas de problème (te
quiero; con el amor, no hay problema). Con esta romántica
frase, una chica que
conocí en una discoteca de Beni (54
Km al norte de
Butembo) me insinuaba que si estaba interesado en tener sexo con
ella, podíamos llegar a un acuerdo económico.
La prostitución
es un fenómeno tan extendido
en la Provincia de Kivu Norte (y seguramente en toda la RDC) que
incluso un visitante extranjero, tras unos meses viviendo en la
región, la puede acabar normalizando. Cuando vivía en Palestina
solía hablar con otros cooperantes del riesgo de normalizar la
ocupación israelí: considerar normales y aceptables cosas que no lo
son, debido al hecho de convivir cotidianamente con ellas durante
años (colonias, incursiones militares nocturnas, muros, demoliciones
de casas, etc.). Ante ese riesgo, nuestro compromiso era mantenernos
vigilantes y críticos con la ocupación, negándonos a considerarla
un elemento más del paisaje palestino. La
prostitución, por muy habitual que sea en el Congo, tampoco debe ser
normalizada. En su
inmensa mayoría, las mujeres y niñas congoleñas que venden su
cuerpo al mejor postor no
lo hacen como resultado de una elección libre,
sino como una forma de escapar de la miseria económica que las
azota. Paradójicamente, los congoleños se suelen refierir a las
prostitutas como femmes libres
(mujeres libres).
Antes de proseguir quiero matizar que en este país la línea
divisoria entre lo que es prostitución y lo que no lo es, es tan
fina que a veces es imperceptible. En la sociedad congoleña, la
inmensa mayoría de mujeres dependen económicamente de los hombres.
Estos suelen comprar todo aquello que sus mujeres (novias,
prometidas, esposas o amantes) necesitan. Algunas mujeres usan
ocasionalmente su cuerpo para conseguir dinero u otros beneficios,
aunque no de forma sistemática. Muchas otras optan por no pedir
dinero a los hombres con los que se acuestan, aunque exigirán ser
compensadas con cervezas, cenas, regalos, etc. La cuestión es muy
compleja y sin duda no puede ser analizada con los prejuicios y
esquemas mentales y morales europeos. En este artículo me refiero a
las prostitutas como aquellas mujeres que venden su cuerpo de forma
sistemática e indiscriminada a cambio de dinero.
En todos los bares
y discotecas de Butembo
que frecuentan los internacionales y los congoleños, las
prostitutas forman parte del paisaje habitual.
Me atrevería a decir que suponen entre el 60% y el 95% de las chicas
que acuden a dichos lugares. Los hombres locales -y en menor medida
algunos muzungus
(incluso cooperantes)- usan sus servicios regularmente. Las tarifas
populares para un congoleño que compra sexo son de 5-10 dólares,
mientras que un muzungu
tendrá que pagar cerca de 20-30 dólares (o mucho más, si tiene
mucho dinero
y escasas dotes de negociación).
Los hombres que no pueden o no quieren llevar a la prostituta a su
propia casa tienen la opción de ir a un hotel. Pero los hoteles
tienen dos inconvenientes: 1/ son caros (alquilar una habitación
para una noche puede costar a partir de 25 dólares) y 2/ son poco
discretos. Por ello, la gran mayoría de hombres optan por una
tercera opción, barata y a salvo de miradas indiscretas: alquilan
una habitación en una casa ajena. El pago por el servicio de
alquiler es en especie: una botella de cerveza. Normalmente se paga
con la más popular de ellas, la congoleña Primus, que cuesta cerca
de 1.300 francos congoleños (1,4 dólares) y contiene 72
centilitros del preciado líquido.
Primus, la cerveza reina en la RDC
Típicamente, el negocio de las
habitaciones para encuentros sexuales está en manos de mujeres
que viven solas. Muchas
de ellas son viudas que perdieron a su marido durante la guerra, y
como consecuencia también su principal sustento económico. En una
sociedad que considera el matrimonio como una obligación social y un
requisito para ser respetado por la comunidad, estas mujeres viven
con el estigma de no estar casadas. Y la mayoría de ellas sufre un
doble estigma, ya que no sólo prestan una habitación a los hombres
que necesitan calmar sus ardores sexuales; en la mayoría de casos
también les prestan su propio cuerpo. Otra de sus principales
actividades económicas domésticas es la venta de cervezas, que
compran al por mayor y venden al detalle (pueden ganar cerca de 3
dólares por cada 12 botellas vendidas). Es por ello que el pago por
el alquiler de las habitaciones es en forma de botellas de cerveza,
cerrando así el círculo micro-económico. Se dan de esa forma tres
actividades económicas en una sola casa: alquiler
de habitaciones para encuentros sexuales, prostitución y venta de
cerveza. Con el dinero
que obtienen, las mamans
colman a duras penas sus necesidades básicas y las de sus numerosas
hijas e hijos. Y por supuesto, no sólo cobran; también
les toca pagar un duro precio
por sus actividades,
contrayendo en muchos casos infecciones de transmisión sexual (ITS), que en el caso
del SIDA les puede llevar a la muerte.
Afortunadamente,
las "vendedoras de Primus" no están completamente solas.
En Butembo, la organización SYPROFE -las siglas en francés de
Sinergia para la Promoción del Bienestar de la Mujer y el Niño-
tiene un Programa llamado "Mujeres que viven solas". En el
marco del Programa, las mamans
reciben formación en Derechos Humanos, análisis médicos gratuitos
para la detección del SIDA, microcréditos para la creación de
negocios, cursos de alfabetización y servicios de mutuas de salud y
escolares.
Pero la
actividad del Programa que más llama la atención es la de "deportes
y ocio". Butembo cuenta desde hace años con el equipo
femenino de fútbol llamado Mamamoprima,
que significa en swahili "la maman
que vende Primus".
Al parecer, ver a estas mujeres -la gran mayoría víctimas de un
abultado sobrepeso- corriendo tras un balón es un espectáculo
inolvidable. Sin embargo, el equipo quedó deshecho tras la muerte de
tres de sus jugadoras debido al SIDA.
Una de las jóvenes jugadoras, con la camiseta de la selección española de fútbol
SYPROFE
intenta desde el mes de setiembre pasado reactivar
al histórico equipo Mamamoprima.
Lo está haciendo con escasos fondos de cooperación internacional y
con mucha dedicación de su personal local. Amy, una amiga
estadounidense que colabora con esta ONG, me invitó a ir este
domingo pasado a ver el entrenamiento del equipo. Y acepté la
invitación, sin dudarlo.
El equipo Mamamoprima durante su entrenamiento dominical
El equipo
actual cuenta con 40 mujeres (por
ello próximamente se dividirá en dos).
Sin embargo, la presencia de mamans
es mínima, siendo la mayoría de las futbolistas niñas menores de 18
años. Son las hijas de las "vendedoras de Primus", que se
han ido incorporando progresivamente al equipo. Muchas de estas niñas
ya están siguiendo el "negocio familiar" y se están
prostituyendo, algunas incluso forzadas por sus madres. El fútbol
es para ellas una alternativa de ocio sana, que incorpora muchos
valores positivos y que contribuye a alejarlas de la prostitución.
Esta es la chica que fue elegida capitana por sus compañeras
Amy y yo tuvimos el privilegio de asistir a la
constitución de los órganos de dirección del equipo Mamamoprima.
Tras el entrenamiento, que tuvo lugar entre las 6 y las 9 de la mañana, fuimos todas y todos a un bar cercano. Allí, las jóvenes jugadoras eligieron (con voto secreto para no fomentar enemistades) su capitana,
sub-capitana, secretaria, sub-secretaria, tesorera, sub-tesorera y
responsable de la disciplina. Un servidor muzungu
-nominado por su supuesta neutralidad- leyó todos y cada uno de
los papelitos que contenían los votos escritos a mano, y anunció las vencedoras de cada categoría. Las votaciones de las
futbolistas fueron un ejemplar
ejercicio de transparencia y de democracia interna,
que a muchos congoleños y congoleñas ya les gustaría ver en las
elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar el 28 de
noviembre.
Durante las votaciones para elegir los órganos de dirección del equipo
Gracias a
algunos pequeños fondos internacionales aportados a SYPROFE, las
chicas ya cuentan con camisetas de fútbol de dos colores diferentes.
La mayoría de ellas juega descalza, lo que les ocasiona heridas y
lesiones continuas; sin embargo, Amy me dijo que ha conseguido 70
dólares a través de donantes particulares de los Estados Unidos,
que alcanzarán para comprar 10 o 11 botas de fútbol. A pesar de las ayudas, aún necesitan bastante más dinero para equipar correctamente a las 40
jugadoras. Si a alguna o alguno de los que estáis leyendo estas
líneas os interesa hacer una donación
económica al equipo de las Mamamoprima,
podéis escribirme a mí (marcelmasferrer@gmail.com) o directamente
al director de SYPROFE (en francés):
Monsieur Kambale BALOTI
E-mail: syprofenk2009@gmail.com
El fútbol quizá sea el opio del
pueblo. Pero para estas mujeres, el deporte rey es una poderosa
herramienta de transformación individual y colectiva, que las
aleja de un lugar al que nunca deberían haber llegado.