Frente a la oficina de GADHOP, donde paso todas las mañanas, hay un
pequeño "cine de barrio" llamado Cine Top Bethlehem. Su
nombre es una agradable coincidencia que me hace sentir un poco más
cerca de mi querida Palestina, aunque hay que decir que en un país
tan profundamente cristiano como el Congo, las referencias bíblicas
son muy recurrentes. En Butembo no hay ninguna sala de cine como las
que conocemos en Europa, y en su defecto abundan estos pequeños
"cines de barrio". Desde que llegué a la ciudad tenía
ganas de ver una película en el Cine Top, y de paso entender un poco
mejor a qué dedican los jóvenes su tiempo libre.
El sábado pasado sentí que el día C (de cine) había llegado. Agarré mi inseparable bicicleta y me dirigí raudo y veloz hacia el centro de la ciudad, donde se encuentra el Cine Top Bethlehem. El responsable del lugar -un chaval de no más de 16 años- estaba en la puerta-cortina controlando la entrada y salida de los clientes. Le pregunté cuándo empezaba la próxima sesión; "a las 14h", me respondió. Revisé la cartelera para conocer cuál era el programa del día y vi que anunciaban "4 films terrible". Se trataba de 4 películas de acción, claramente adaptadas al público del cine, mayoritariamente juvenil y masculino. La de las 14h era una de Bruce Lee. Hacía años que no veía una película de ese mítico maestro de las artes marciales, así que me pareció un plan fantástico. La cartelera informaba también del precio de la entrada: 200 Francos congoleños (unos 20 centavos de dolar), un importe al alcance de los bolsillos más miserables.
Como aún faltaba una hora para que empezara la sesión de kung-fu,
decidí aprovechar el tiempo muerto para zanjar una cuestión que me
perseguía desde hacía dos semanas. Al volver a casa después del
trabajo paso cada día por delante de una caseta de madera donde un
joven congoleño, de nombre Xavier, se dedica al negocio de la
recarga de teléfonos móviles. Hago una parada ahí de vez en cuando
para recargar mi teléfono con unas cuantas unités.
Hace días Xavier, en tono misterioso, me dijo que él y un amigo
suyo tenían que hablar conmigo y me preguntó cuando tendría tiempo
para ello. Yo le había dado largas diciendo que estaba bastante
ocupado pero que ya encontraríamos el día. Me llamó en varias
ocasiones durante varios días, y al final pensé que esa hora muerta
era el momento de resolver el enigma y cerrar el tema.
Aparté la cortina-puerta del Cine Top, pagué mi entrada y me senté
en uno de los bancos de madera. El espacio, una casita construida con
adobe, estaba llena de jóvenes -sólo hombres- ansiosos por ver a su
ídolo en acción. Algunos estaban tumbados plácidamente sobre los
bancos. Hacia las 14.15h (una puntualidad muy aceptable para los
estándares congoleños) la película de Bruce Lee empezó, y los
potentes golpes y patadas propinadas por los protagonistas empezaron
a sonar por el no menos potente equipo de sonido del lugar. La
pantalla del cine era obviamente la de un televisor y todos la
mirábamos hipnotizados, mientras los luchadores se daban tortas a
diestro y siniestro. En dos ocasiones se fue la luz, debido a algún
problema con el generador eléctrico. Al salir del cine, dejamos
atrás la lejana China de Bruce Lee y emergió ante nosotros la
cercana China de Butembo, la que exporta motos baratas, explota
recursos naturales y financia la construcción de carreteras.
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