divendres, 30 de setembre del 2011

Comunicación para el desarrollo en el Kivu Norte

Hace casi 4 meses llegué al Congo para trabajar en un proyecto que busca reforzar las capacidades comunicacionales de GADHOP, una red formada por 17 ONG de Derechos Humanos y basada en Butembo (Provincia de Kivu Norte). El proyecto está financiado por la cooperación catalana y promovido por la ONG -también catalana- La Bretxa, que está especializada en el campo de la comunicación para el desarrollo.

Es para todo el mundo muy obvio que la educación, la salud o las infraestructuras contribuyen al desarrollo de un país. No lo es tanto que la comunicación también juega un rol determinante en esa meta que tantos países persiguen y tan pocos encuentran. Unos medios de comunicación libres, independientes, creíbles y rigurosos favorecen el intercambio de ideas, la participación, la transparencia, la gobernanza, la rendición de cuentas por parte del poder, etc. Una sociedad civil dinámica puede usar la comunicación para dar voz a los sin voz, denunciar los abusos del poder, las injusticias del sistema, etc. Dentro de la comunicación para el desarrollo podemos distinguir la comunicación para la paz, que promueve valores como la paz, la solidaridad, la diversidad, la tolerancia, etc.

Pero toda moneda tiene dos caras: la comunicación, usada de forma perversa, puede no solo alejarnos del desarrollo sino incluso llevarnos al conflicto violento, a la alienación, al odio, etc. Un caso paradigmático de ello fue la Radio Mille Collines, que en la Ruanda de 1994 animó con sus mensajes a la población hutu a participar en el genocidio de los tutsis promovido por el gobierno. Es lo que se conoce como hate media (medios de comunicación del odio). Hasta qué punto contribuyó esa radio a la eliminación física de cerca de 700.000 personas es imposible saberlo; pero su responsabilidad en la matanza es indudable.



La premisa del proyecto es que si GADHOP cuenta con capacidades comunicacionales más fuertes, podrá ser más efectiva en su misión: la promoción de los Derechos Humanos y la paz. La inseguridad constante en el este de la RDC genera decenas de muertos cada semana, a manos de bandidos y de varios grupos armados. Decenas de niñas y mujeres son violadas cada semana, por esos mismos grupos y por civiles. El Congo necesita imperiosamente contar con una sociedad civil fuerte y organizada que denuncie esos crímenes y reclame el respeto de los derechos de la población, especialmente cuando instituciones del Estado como el ejército y la policía -supuestos defensores de la ciudadanía- son los principales responsables de esos abusos (como los informes de GADHOP no se cansan de señalar).

Por todo ello, La Bretxa está apoyando a GADHOP en la elaboración de una política de comunicación y un plan estratégico de comunicación para los próximos años. Aunque los dos documentos están en proceso y no estarán terminados hasta noviembre, avanzan a buen ritmo y ya revelan algunas prioridades comunicativas de la red: crear una estación de radio comunitaria propia y una página web institucional, formar a las organizaciones de base en la grabación de vídeo mediante teléfonos móviles (para documentar mejor las violaciones de los Derechos Humanos), crear una unidad de comunicación en el seno de la red, formar a las asociaciones miembro en comunicación para la paz, etc. La Bretxa ya está buscando financiación para poder dar respuesta a todas o a parte de estas prioridades durante 2012. El contexto actual de la cooperación internacional al desarrollo -con recortes masivos en las partidas públicas destinadas a la solidaridad- no facilita esta búsqueda, pero vale la pena intentarlo.

GADHOP está dando un gran salto hacia adelante. En la medida que sus capacidades comunicacionales se vayan fortaleciendo, su capacidad de denuncia a nivel nacional e internacional será mayor, y la población del Kivu Norte estará un poco más protegida y consciente de sus derechos básicos. El Congo necesita que haya paz en el este de su territorio para poder desarrollarse, y la población catalana -a través de sus impuestos- está poniendo su granito de arena para que esa paz se haga realidad.

dimarts, 27 de setembre del 2011

Cine de barrio

Frente a la oficina de GADHOP, donde paso todas las mañanas, hay un pequeño "cine de barrio" llamado Cine Top Bethlehem. Su nombre es una agradable coincidencia que me hace sentir un poco más cerca de mi querida Palestina, aunque hay que decir que en un país tan profundamente cristiano como el Congo, las referencias bíblicas son muy recurrentes. En Butembo no hay ninguna sala de cine como las que conocemos en Europa, y en su defecto abundan estos pequeños "cines de barrio". Desde que llegué a la ciudad tenía ganas de ver una película en el Cine Top, y de paso entender un poco mejor a qué dedican los jóvenes su tiempo libre.


El sábado pasado sentí que el día C (de cine) había llegado. Agarré mi inseparable bicicleta y me dirigí raudo y veloz hacia el centro de la ciudad, donde se encuentra el Cine Top Bethlehem. El responsable del lugar -un chaval de no más de 16 años- estaba en la puerta-cortina controlando la entrada y salida de los clientes. Le pregunté cuándo empezaba la próxima sesión; "a las 14h", me respondió. Revisé la cartelera para conocer cuál era el programa del día y vi que anunciaban "4 films terrible". Se trataba de 4 películas de acción, claramente adaptadas al público del cine, mayoritariamente juvenil y masculino. La de las 14h era una de Bruce Lee. Hacía años que no veía una película de ese mítico maestro de las artes marciales, así que me pareció un plan fantástico. La cartelera informaba también del precio de la entrada: 200 Francos congoleños (unos 20 centavos de dolar), un importe al alcance de los bolsillos más miserables.



Como aún faltaba una hora para que empezara la sesión de kung-fu, decidí aprovechar el tiempo muerto para zanjar una cuestión que me perseguía desde hacía dos semanas. Al volver a casa después del trabajo paso cada día por delante de una caseta de madera donde un joven congoleño, de nombre Xavier, se dedica al negocio de la recarga de teléfonos móviles. Hago una parada ahí de vez en cuando para recargar mi teléfono con unas cuantas unités. Hace días Xavier, en tono misterioso, me dijo que él y un amigo suyo tenían que hablar conmigo y me preguntó cuando tendría tiempo para ello. Yo le había dado largas diciendo que estaba bastante ocupado pero que ya encontraríamos el día. Me llamó en varias ocasiones durante varios días, y al final pensé que esa hora muerta era el momento de resolver el enigma y cerrar el tema.


Tras pedalear bajo un sol de justicia, llegué sudando y jadeando a la caseta. Allí estaban Xavier y su amigo Jérémie. Me contaron que los dos se dedican al negocio de la recarga de teléfonos móviles pero que les resulta muy difícil vivir con lo poco que ganan, apenas unos 50 dólares mensuales. Xavier tiene una familia que mantener, y Jérémie pronto será padre. Estudiaron secundaria y no pudieron acceder a la universidad porque no tenían el dinero suficiente. Pagan unos 10 dólares al mes para poder alquilar una habitación para sus familias respectivas, lo cuál condiciona fuertemente su presupuesto familiar. "Aunque sonreímos, tenemos una gran pena en nuestro corazón, que no se puede ver a simple vista. Es muy difícil vivir así", me dijo Jérémie. Me pidieron si les podía ofrecer algún trabajo. Les conté que yo no tenía contactos en la ciudad porque había llegado hacía poco tiempo, que me iba dentro de un mes y que no les podía ofrecer nada. Sin embargo, me comprometí a avisarles si me enteraba de algún puesto vacante en alguna ONG, aunque con su baja formación sus posibilidades de conseguir un trabajo técnico en ese sector son casi nulas. Me despedí con un pole (lo siento, en swahili) y volví hacia el cine.

Aparté la cortina-puerta del Cine Top, pagué mi entrada y me senté en uno de los bancos de madera. El espacio, una casita construida con adobe, estaba llena de jóvenes -sólo hombres- ansiosos por ver a su ídolo en acción. Algunos estaban tumbados plácidamente sobre los bancos. Hacia las 14.15h (una puntualidad muy aceptable para los estándares congoleños) la película de Bruce Lee empezó, y los potentes golpes y patadas propinadas por los protagonistas empezaron a sonar por el no menos potente equipo de sonido del lugar. La pantalla del cine era obviamente la de un televisor y todos la mirábamos hipnotizados, mientras los luchadores se daban tortas a diestro y siniestro. En dos ocasiones se fue la luz, debido a algún problema con el generador eléctrico. Al salir del cine, dejamos atrás la lejana China de Bruce Lee y emergió ante nosotros la cercana China de Butembo, la que exporta motos baratas, explota recursos naturales y financia la construcción de carreteras.

dimarts, 20 de setembre del 2011

Una cámara de vídeo, arma de paz en Ituri

Recientemente he tenido la oportunidad de acompañar durante 4 días a un equipo de La Bretxa que ha estado dos semanas en el este del Congo trabajando en la producción de un documental sobre la justicia internacional. Germán (director, de España), Ana (camarógrafa, de Argentina), Patrick (periodista, de la RDC) y Caleb (fixer, de la RDC) han estado filmando en Butembo y sobretodo en Bunia, capital de la región de Ituri (Provincia Oriental). Después del trabajo realizado en Bunia, Patrick y Caleb abandonaron el equipo y Germán y Ana se dirigieron a Beni (54 Km al norte de Butembo). Germán, que también es director de La Bretxa, me pidió que fuera unos días a Beni para darles apoyo logístico. Y así lo hice.

Aunque mi trabajo con GADHOP en Butembo me pide mucho tiempo, no quería perderme de ninguna manera esta oportunidad de vivir de cerca un proceso de producción audiovisual, y de paso ampliar mis conocimientos sobre la compleja realidad congoleña. Como ya comenté en un post anterior, el documental se centra en el caso de Thomas Lubanga, ex-dirigente de la UPC (Union des Patriotes Congolais), juzgado desde 1998 en la Corte Penal Internacional bajo la acusación de haber reclutado y utilizado niños soldado durante el conflicto armado que asoló Ituri entre 2002 y 2003. Aunque se produjo en el contexto del conflicto generalizado que sacudió la RDC y toda la región entre 1998 y 2003, el conflicto ituriense tuvo su propia dinámica interna.


Durante cuatro días, hemos echado mano de contactos para encontrar en Beni personajes relacionados con el conflicto de Ituri. Y no por casualidad: el Territorio de Beni acogió durante años a miles de desplazados de dicho conflicto, la mayoría de los cuales ya regresaron a sus lugares de origen. Aunque el personaje del cual quiero hablar sí se cruzó con nosotros por casualidad (¿o más bien por causalidad?). Se trata de Abraham Muber, un documentalista natural de Bunia que conocimos en la calle y que había ido unos días a Beni para formar a un grupo de estudiantes de la facultad de comunicación de una universidad local. Lo citamos al día siguiente en nuestro hotel, y allí lo entrevistamos y filmamos.

Abraham es un joven de 35 años nacido y criado en Bunia. Pertenece a la etnia Alur, relativamente numerosa en Ituri. Le apasiona la creación audiovisual y se dedica a ello desde 1998, aunque afirma que encontrar equipos técnicos de calidad en el Congo es muy complicado y normalmente hay que conseguirlos en los vecinos Uganda o Kenya. Su principal motivación es informar y sensibilizar a la población con sus vídeos y "preparar a la generación de mañana para que no caiga en las divisiones étnicas".

Abraham, armado con su cámara

Germán le pidió a Abraham que nos contara los orígenes del conflicto de Ituri y su posición al respecto. Abraham nos contó que la rivalidad que enfrentó a sangre y fuego a las etnias Hema y Lendu entre 2002 y 2003 no es reciente, sino que se remonta a mucho tiempo atrás. La base del conflicto, aún por resolver, es la disputa de tierras. El pueblo Lendu, tradicionalmente dedicado a la agricultura, llegó a Ituri en el siglo XVII. Un siglo más tarde, el pueblo Hema se estableció en la zona y siguió desarrollando su actividad tradicional, la ganadería. Los Hema, más poderosos económicamente, fueron comprando tierras sin respetar los usos de la zona y fueron arrinconando a los Lendu. La tensión latente entre ambas tribus estalla periódicamente desde entonces porque el Estado congoleño ha sido incapaz de resolver el asunto redistribuyendo las concesiones de tierras de forma justa, transparente y equilibrada.

Abraham "vivió historias horribles durante el conflicto". Le hirió ver a tantas madres asesinadas junto a sus hijos. Vio víctimas a las que los milicianos habían cortado sus manos, cabezas y penes. Vio soldados llevando con orgullo collares de orejas y de dedos, extraídos de aquellos a los que habían asesinado. Afirma conocer incluso a mujeres que preparaban la carne humana de los fallecidos para servirla a sus verdugos como botín de guerra. Su propio hermano pequeño fue forzado a integrarse en una milicia, al igual que muchos otros niños y niñas; aunque más tarde se desmovilizó, dice que aún está traumatizado por lo que le tocó vivir y hacer en la guerra. Abraham confiesa que haber sido testigo de toda esta barbarie le impulsó a trabajar en pro de la paz y la reconciliación. Su deseo es no volver a ver nunca más cosas parejas. Y para ello, "la cámara es un arma".

Germán, Ana y Abraham durante la entrevista en el Guest House Cetraca de Beni

Abraham no ignora el rol determinante que tuvo Uganda en el conflicto de Ituri, al aliarse con las milicias Hema -la UPC- de Thomas Lubanga, aunque no conoce el detalle de las acciones del país vecino en el este de la RDC.

Las consecuencias de la violencia, según nuestro entrevistado, son aún visibles en Ituri. Los numerosos niños de la calle que pululan por Bunia son una de ellas. Aunque la guerra terminó, un muro invisible de separación y de miedo perdura en los corazones de la población. La ciudad, dividida entre una zona Hema y otra Lendu durante los enfrentamientos, sigue dividida hoy en día, con zonas étnicas claramente definidas.

Abraham tiene miedo. Los comités de ambos bandos que gestionaron la guerra siguen activos, así que en Bunia "hay que ser prudente y tener cuidado con las informaciones que se manejan". Sin embargo, es suficientemente valiente como para estar trabajando en un documental sobre el conflicto Hema-Lendu. Está en contacto con ex-milicianos Hema que le aportan información y "confían en él", aunque teme hacerles ciertas preguntas sobre Lubanga.

Tras la entrevista, nuestro sonriente héroe anónimo manifiesta su alegría por haberse cruzado en nuestro camino; nuestra alegría por haberle conocido no es menor. Nos despedimos efusivamente y nos abandona. Ese mismo día regresará a Bunia haciendo auto-stop, armado con su cámara de vídeo y cargado de deseos de paz.

dimecres, 14 de setembre del 2011

Los ruandófonos de la RDC

Uno de los factores con más potencial desestabilizador en la RDC es la presencia de población ruandófona en el este del país. Los ruandófonos son el colectivo de mujeres y hombres que hablan Kinyaruanda, la lengua común de Hutus y Tutsis en Ruanda, también utilizada en el este de la RDC, en Tanzania y en el sur de Uganda. Durante los últimos siglos -especialmente durante el siglo XX- se han producido diversas olas migratorias de población ruandesa hacia el Congo, que han llevado a que hoy en día residan en el país miles de ruandófonos.

En la Provincia de Kivu Norte (donde se encuentra Butembo) reside población ruandófona Hutu y Tutsi, en proporciones similares. En la Provincia de Kivu Sur los ruandófonos son casi totalmente de etnia Tutsi y también son conocidos como Banyamulenge, que significa literalmente "procedentes de Mulenge". Mulenge es un territorio del Kivu Sur donde se encuentra uno de los más significativos asentamientos de esta población Tutsi, que con el paso del tiempo llegó a simbolizar a toda la comunidad Tutsi congoleña. El calificativo de Banyamulenge ha sido sobretodo utilizado por los mismos Tutsis congoleños, para diferenciarse de los Tutsis ruandeses.

El común de las congoleñas y congoleños no ve a la población ruandófona como nacionalmente congoleña sino como una quinta columna de Ruanda para dominar el este del país, algo que por supuesto dicho colectivo niega reafirmando repetidamente su pertenencia y lealtad a la RDC. Está muy extendida entre la población local la creencia de que los ruandeses, a través de los congoleños ruandófonos, controlan puestos clave en los ámbitos político y económico de la RDC.

Y el temor del gigante hacia su minúsculo vecino no está infundado: desde el genocidio Tutsi de 1994, el gobierno ruandés ha intervenido en el Kivu Norte y Kivu Sur de múltiples formas, bajo el pretexto de proteger sus fronteras y perseguir a las milicias Hutu que perpetraron el genocidio y se refugiaron en la RDC (conocidos como interahamwe, que se convirtieron luego en FDLR-Forces Démocratiques de Libération du Rwanda). El apogeo de este control se dio entre 1998 y 2003, durante la segunda rebelión, periodo en que el régimen Tutsi de Ruanda ocupó todo el este del país y lo gobernó a través de su "representante" congoleño, el partido RCD (Rassemblement Congolais pour la Démocratie), compuesto principalmente por Banyamulenges.



Utilizados por Ruanda, durante los últimos quince años muchos Tutsis congoleños han cometido múltiples atrocidades contra la población del país. Durante el mismo periodo, muchos Hutus congoleños se unieron a los grupos armados Hutus ruandeses vinculados con el genocidio de 1994 y cometieron no menos atrocidades contra sus compatriotas. Por todo ello, la mayoría de la población ve a estas dos etnias residentes en el este de la RDC con una mezcla de temor, rencor y desconfianza. El deseo mayoritario es que regresen a Ruanda, su lugar de origen.

Una muestra de la extrema sensibilidad social que genera la cuestión de los ruandófonos es lo sucedido en GADHOP durante el mes de mayo. El Secretario Permanente de la red (Moïse Kambere) redactó una carta, que iba destinada a las organizaciones de base de los Territorios de Beni y Lubero (Kivu Norte). En ella resaltaba la "congolidad" de la población ruandófona y su derecho a retornar a las zonas de las que fue desplazada durante los diversos conflictos armados recientes. La carta desató la furia de algunas de las organizaciones -de Derechos Humanos!!!- que forman parte de la red, que no comparten la posición del Secretario y le acusaron de actuar unilateralmente. Si esta es la posición de algunas ONG de Derechos Humanos, nos podemos hacer una idea de cuál es la posición general de la población hacia los Tutsis y Hutus congoleños.

Otra muestra de las enormes implicaciones geopolíticas de la presencia de los ruandófonos en el Congo es el cable diplomático elaborado en junio de 2009 por el embajador estadounidense en Kinshasa, filtrado por Wikileaks hace dos semanas, donde éste analiza las relaciones entre los gobiernos congoleños y ruandés en el contexto de la creciente influencia del colectivo ruandófono en Kivu Norte.

La evolución de la relación entre población ruandófona y no-ruandófona en el este del país invita a un moderado optimismo, puesto que las tensiones entre ambos colectivos se han calmado considerablemente durante los últimos años. Sin embargo, en el polvorín congoleño, una chispa basta para que todo el país estalle, como la historia reciente ha mostrado en varias ocasiones. Y los ruandófonos podrían ser, una vez más, esa chispa.

dilluns, 12 de setembre del 2011

Sobre el anonimato

Butembo no es un lugar fácil para un europeo acostumbrado al estilo de vida occidental. Es cierto que el bajísimo coste de la vida en la ciudad ofrece ventajas: la posibilidad de vivir en una gran casa con jardín, de contar con servicio doméstico, de comer bastante bien en un restaurante a bajo precio, etc. Pero por otro lado, abundan las desventajas de vivir aquí: acceso irregular a la electricidad (que siempre requiere el funcionamiento de algún generador), la imposibilidad de tomar una ducha con agua caliente (ya sea por problemas eléctricos o de provisión de agua corriente), conexión pésima a Internet, inseguridad en los desplazamientos por la región, servicio telefónico irregular y de baja calidad, inexistencia de centros culturales (cines, librerías, museos, teatros, etc.), oferta limitada de ocio (bares, discotecas), carreteras en pésimo estado, inexistencia de instalaciones deportivas (salvo campos de fútbol), etc.

En mi caso -y supongo que la mayoría de mis colegas cooperantes estarán de acuerdo conmigo- todas estas desventajas materiales se ven compensadas por la gran satisfacción que me aportan otras experiencias: contribuir al desarrollo de un país, luchar por mejorar las condiciones de vida de la población local, conocer nuevas realidades culturales, hacer amigos provenientes de todo el mundo, viajar a lugar fascinantes, etc. Creo que, habiendo vivido durante 7 años en varios países de América Latina y en Palestina, estoy más que acostumbrado a vivir en condiciones materiales "incómodas". Sin embargo, en Butembo me enfrento a una situación nueva para la cual quizá no estaba preparado. No tiene tanto que ver con la comodidad material como con la comodidad personal.

Tal como reza el título del blog, soy un muzungu en Butembo. Ser un muzungu en esta tierra implica ser un ser extraño que llama permanentemente la atención y despierta miradas atónitas, gritos de sorpresa, risas infantiles, saludos efusivos, etc. Como ya he explicado alguna vez, al contrario de los cooperantes que viven en la ciudad, mis medios de desplazamiento no son los vehículos 4X4 sino una bicicleta, las moto-taxis y mis propias piernas; es decir, que estoy más expuesto que el resto de expatriados a las miradas de los transeúntes.

Esta sobre-exposición me permite tener un contacto más directo con la gente, conocer mejor la ciudad, divertirme con los niños, bromear con los curiosos, etc. La verdad es que en general, me lo paso muy bien por las calles de Butembo. Pero el precio que un cooperante tiene que pagar por el hecho de ser un muzungu en Butembo es alto: la pérdida del anonimato. Sin duda hay gente, en todos lados, a quien le encanta llamar la atención...pero no es mi caso. Algunos días sueño con ser invisible para poder caminar sin que la gente me vea, pero mi blanca piel me delata. Además, la capacidad de sorpresa de los habitantes de Butembo al ver a un blanco parece ilimitada; incluso pasando cada día por las mismas carreteras, mi presencia les sigue llamando la atención.

A veces me gustaría ser como el mítico hombre invisible

Qué tiempos aquellos en los que caminaba por las ciudades del mundo, especialmente por mi Barcelona natal, y la gente ni siquiera me miraba. Era una hormiga más del hormiguero, cruzándome con mis semejantes con toda normalidad. Es cierto que en Palestina también podía llamar la atención paseando por un pueblo o un campo de refugiados -más que en América Latina-, pero nunca tanto como en Butembo.

Cuando más cuenta me doy de la fatiga que produce esta ausencia de anonimato es durante el fin de semana. Me levanto el sábado por la mañana, luce el sol, me siento en las escaleras de mi casa con un libro en la mano, y descanso...No hay gritos de sorpresa, ni llamadas al muzungu desde rincones ignotos, ni ojos como platos mirándome. Esta agradable sensación de reposo social actúa como un poderoso imán que me retiene en casa más tiempo del necesario, durante sábados y domingos. Mientras permanezco en casa, soy un ser anónimo, como solía ser antes de llegar. Cuando pongo un pie en la calle, dejo de serlo. ¡Oh la la, quien fuera anónimo!

divendres, 9 de setembre del 2011

Un documental sobre la justicia internacional

El domingo pasado llegó a Butembo un equipo que está trabajando en un documental sobre la justicia internacional. Las dos personas que llegaron de Barcelona son Germán, el director del documental, y Ana, la camarógrafa. Germán es también el director de La Bretxa, la ONG especializada en el campo de la comunicación para el desarrollo que me trajo a Butembo.

Volaron desde Barcelona hasta Entebbe (Uganda). En un principio tenían previsto volar también desde Entebbe hasta Butembo, pero la compañía congoleña que opera regularmente entre las dos ciudades, CAS, no tiene buena reputación en materia de seguridad. De hecho, todas las aerolíneas congoleñas están en la lista negra de la Unión Europea porque no ofrecen garantías de seguridad suficientes a sus pasajeros. Y a Bruselas no le falta razón: la frecuencia de accidentes aéreos que padecen las aerolíneas congoleñas es inquietantemente elevada. En el más reciente de ellos, sucedido el pasado 8 de julio, murieron en la ciudad de Kisangani 74 personas. Considerando este panorama, Germán y Ana decidieron llegar a Butembo por tierra, una opción que tampoco es 100% segura debido a los cortes de carreteras que suelen llevar a cabo algunos bandidos y grupos armados que operan en el Kivu Norte. Afortunadamente, finalmente llegaron sanos y salvos a Butembo.

El lunes se unió al equipo del documental Caleb, un congoleño de Goma que trabaja de fixer, es decir, que se encarga del apoyo logístico y de obtener los permisos necesarios para filmar. Y el martes se les unió Patrick, un periodista de Kinshasa que está llevando a cabo una investigación sobre la justicia internacional. Yo también les he estado apoyando en las cuestiones logísticas.

El documental gira entorno al caso de Thomas Lubanga, que ha sido acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional (CPI) y está siendo juzgado desde enero de 2008 en la sede de ese organismo, en la Haya (Países Bajos). El caso de Lubanga es histórico, puesto que fue el primer acusado que compareció ante la CPI, que empezó a operar en 2002. Concretamente se le acusa de haber reclutado y utilizado a niños soldado en el conflicto armado que tuvo lugar en la región de Ituri (noreste de la RDC) entre 2002 y 2003, que se estima provocó unos 50.000 muertos y cientos de miles de desplazados. Lubanga era el líder del partido UPC (Union des Patriotes Congolais), compuesto por miembros de la etnia Hema, cuyo brazo armado se enfrentó brutalmente a las milicias de la etnia rival, los Lendu. De hecho, dos líderes de las milicias Lendu, Germain Katanga y Mathieu Ngudjolo Chui, están también en el banco de los acusados en La Haya. En el trasfondo de esa guerra, estaban como siempre los vecinos de la RDC: Uganda y Ruanda.
 
Thomas Lubanga, ex-líder de la UPC

Lubanga y su partido también han sido acusados por organizaciones de Derechos Humanos congoleñas de ser responsables de brutales actos de violencia sexual contra mujeres y niñas durante el conflicto en Ituri (un crimen que cometen habitualmente todos los grupos armados del país, incluyendo a las fuerzas armadas y la policía). Aunque las evidencias de esos actos son muchas, la CPI decidió desestimar ese cargo y se limitó a acusar a Lubanga del uso de niños soldado, algo que sentó muy mal a la sociedad civil del país, especialmente a las organizaciones de mujeres.

El equipo de La Bretxa se encuentra en estos momentos en Bunia, capital de Ituri y feudo de Lubanga, intentando entrevistar y filmar a víctimas de ese conflicto. No será fácil puesto que, aunque el conflicto acabó, la total impunidad reinante en el país hace que víctimas y verdugos sigan conviviendo en las mismas comunidades como si nada hubiera pasado; las víctimas, especialmente las mujeres, aún temen hablar públicamente de sus experiencias por miedo a las represalias. El objetivo de La Bretxa es elaborar un documental que arroje luz sobre el desconocido conflicto del Congo y sensibilice sobre el rol de la justicia internacional como herramienta para la resolución y prevención de conflictos armados
 
Thomas Lubanga durante su juicio en la Haya, sede de la CPI

El martes 20 Germán y Ana regresarán a Barcelona, espero que cargados de imágenes y testimonios esclarecedores. Y espero también que el documental contribuya a desmontar el mito occidental según el cual las guerras africanas son el resultado de incomprensibles e irracionales rivalidades étnicas y tribales. El caso del Congo es paradigmático: el motor que mueve las guerras en este país, desde que los belgas llegaron para "civilizar" a sus habitantes a finales del siglo XIX hasta el día de hoy, no es el tribalismo sino la avaricia que desatan entre los hombres sus inmensas riquezas naturales. El tribalismo es simplemente la efectiva herramienta que permite perpetuar el conflicto y sostener así los beneficios económicos; la usaron hábilmente los colonos belgas y la siguieron usando tras la independencia los nuevos beneficiarios de la explotación de los recursos naturales del país: las élites congoleñas, los grupos armados, las multinacionales extranjeras, los países vecinos...

dilluns, 5 de setembre del 2011

La esmeralda y la pasta

Sábado por la tarde. Después de una dura semana de trabajo y una no menos dura salida nocturna la noche del viernes, me encontraba descansando y disfrutando de la gran casa con jardín que tengo en Butembo (por 360 dólares al mes) y que nunca tendré en Barcelona (¿ahora entendéis por qué algunos cooperantes nunca vuelven a la metrópolis?). Haciendo uso de mis limitadas dotes culinarias, me estaba preparando un plato de pasta como almuerzo. En el momento culminante, en el que la pasta caliente se secaba en el colador y yo empezaba a salivar...llamaron a la puerta (o sea, golpearon con unas llaves la reja metálica que da acceso a la calle). "Qué visita tan poco oportuna, sea quien sea", pensé.

Mientras me acercaba a la reja, pude ver a través de sus pequeños agujeros un rostro conocido y otro desconocido. Abrí y saludé a los visitantes con mi pobre swahili: "Jambo, karibu sana" (hola, bienvenidos!). El rostro conocido era el de Daniel, el vigilante de mi primera casa en Butembo, en la que viví 3 semanas durante el mes de junio. El rostro desconocido pertenecía a un hombre alto y misterioso.

Intercambiamos salutaciones y muestras de afecto. Pensando en la pasta que se estaba enfriando en el colador, decidí ir al grano y averiguar el motivo de la visita.

- "Ahá...entonces, ¿qué te trae por aquí, Daniel?"
- "Bueno, es que este señor tiene una cosa que te quiere mostrar. Se lo queríamos mostrar a algún muzungu"
- "¿Ah sí? ¿Y qué es?"
- "Es algo que vale mucho dinero"
- "¿Mucho? Como cuánto?"
- "Uuyyy, mucho. Como...un millón de dolares!", dijo Daniel
- "Daniel, ¿y yo tengo cara de tener un millón de dólares?"

Se rieron. El acompañante de Daniel sacó del bolsillo un pequeño objeto envuelto en papel y plástico. Lo desenvolvió, y una bella piedra con trazos verdosos apareció. Haciendo gala de mis vastos conocimientos en gemología, les dije:

- "Ah, qué bonita. Y esta piedra qué es?"
- "Es una esmeralda", dijo el acompañante.

En ese momento mis visitantes quizás esperaban que se me iluminaran los ojos de muzungu ricachón y exclamara mirando hacia el cielo "Dios mío, una esmeraldaaa! Yo la quierooo!". Sin embargo, creo que notaron que la miraba con la misma emoción que si estuviera mirando la cáscara de un plátano.

La piedra que me enseñaron se parecía poco a estas esmeraldas ya pulidas

- "¿Y esta esmeralda, cuánto cuesta? A mi no me interesa, pero si queréis puedo preguntar a otros muzungus si les interesa comprarla."
- "Bueno...esta puede costar hasta 5.000 dólares", dijo el acompañante de Daniel. Parece que la deflación ya había hecho bajar el precio desde el millón de dólares inicial a cinco mil dólares, en cuestión de minutos.
- "Como os decía, a mí estas cosas no me interesan, pero les preguntaré a mis amigos. Y si encuentro a algún interesado o interesada, te lo haré saber, Daniel. ¿OK?"

Ese fue el trato. Nos despedimos, los visitantes se retiraron tal como habían llegado, cerré la reja y corrí hacia la cocina. Por suerte, la pasta atrapada en el colador aún estaba caliente. "5.000 dólares por una piedrecita de colores...Eso es mucha pasta", pensé.

divendres, 2 de setembre del 2011

Jeannot, el vigilante tranquilo

Butembo es una ciudad bastante segura, si la comparamos con otras zonas de la Provincia de Kivu Norte. Si echáis un vistazo a la página web de la Radio Okapi, veréis que las noticias sobre enfrentamientos violentos, asesinatos, violencia sexual y otros crímenes son recurrentes en el este del Congo. La Radio Okapi es, por cierto, un proyecto conjunto de la MONUSCO (Mission de l’Organisation des Nations Unies pour la stabilisation en République Démocratique du Congo) y la Fondation Hirondelle (Suiza); gracias a la fuerza financiera que le dan sus donantes internacionales, se ha convertido en una de las radios más profesionales, independientes y respetadas del país (posiblemente la única que reúne esos tres requisitos).

La radio es el medio de comunicación rey en el Congo, como lo es en la mayoría de países africanos. En un contexto de pobreza masiva, de infraestructuras pésimas y de redes de telecomunicaciones precarias, consigue llegar donde los otros medios no llegan. Un simple transistor y unas pilas es todo lo que se necesita para usar la radio. Incluso muchas comunidades que están en situación de pobreza extrema, consiguen salvar esta pequeña barrera económica compartiendo los transistores de forma comunitaria. Para que os hagáis una idea del poder de la radio (y del teléfono móvil !!) en estas latitudes, os ofrezco los resultados de las 227 encuestas que realizamos el pasado julio con GADHOP en 12 comunidades de los Territorios de Beni y Lubero (2 de los 5 Territorios de Kivu Norte): 
 
Posesión de herramientas de
información y de comunicación
(encuesta GADHOP, julio de 2011)
Transistor Radio
95,1%
Teléfono móvil
86,3%
Televisor
22,0%
Ordenador
7,0%
Antena parabólica
5,0%
Conexión a Internet
1,4%


Utilización de herramientas de información y de comunicación, donde 1 es "cada día" y 4 es "nunca" (encuesta GADHOP, julio de 2011)
Radio
1,40
Teléfono móvil
2,08
Televisión
3,64
Prensa escrita
3,88
Antena parabólica
3,91
Internet
3,92
Ordenador
3,93

Pero bien, volvamos a la seguridad, que es de lo que quería hablar. A pesar de que Butembo es una ciudad tranquila, muchas casas cuentan con servicios de seguridad privada durante la noche. En mi casa, se trata de la compañía Congo Solution Security, que tiene a un búfalo como imagen corporativa. Aunque la imagen en carne y hueso de la compañía es Jeannot, un joven congoleño que pasa 6 noches a la semana protegiendo nuestro dulce hogar. Llega cada día a las 17h, y se va al día siguiente a las 7h. Cobra 120 dólares al mes, un sueldo bastante superior al que gana un congoleño promedio. 
 
CSS, el búfalo que nos protege

Nuestro hombre es nacido en Butembo, pertenece a la etnia Nande (como la inmensa mayoría de la gente de esta ciudad) y hace sólo un año y pico que trabaja como vigilante. Entre 2004 y 2010 vivió en Goma (la capital administrativa del Kivu Norte) donde tenía un pequeño comercio con otros dos socios; en dos ocasiones asaltaron su boutique y les robaron todo. Tras el segundo robo, Jeannot tiró la toalla, volvió a Butembo y empezó a trabajar de vigilante. Sin embargo, me contó que a él le gusta más trabajar en el sector comercio y si pudiera, volvería a hacerlo.

Jeannot es una persona tranquila y entrañable; una de mis actividades preferidas cuando llego cada día por la tarde a casa después de trabajar es charlar con él sobre política nacional, la cultura local, los males del país, etc. Aunque siempre llegamos a la misma conclusión: "Oh là là, tout est difficile au Congo; en tout cas c'est grave"... Otro aspecto positivo de nuestra relación es que aunque le hago siempre la broma de que me siento seguro en casa porque la fuerza del búfalo me protege, siempre se ríe.

Jeannot con su uniforme, walkie-talkie y porra disuasoria de cacos

Jeannot tiene 32 años, está casado y tiene un hijo de un año y medio; la suya es una familia muy pequeña, teniendo en cuenta que la tasa de fecundidad promedia congoleña alcanza los 6,45 hijos/mujer, según The World Factbook (CIA). Alguna vez me dijo: "Yo he aprendido de los blancos. Es mejor tener pocos hijos, para poder darles educación y salud. La gente aquí tiene hijos sin pensar. Yo sólo quiero tener 3. Cuando tenga 3, ahí me pararé". 

El hijo de Jeannot tiene anemia. Me contó que en general el niño lleva una vida normal, pero que en ocasiones se siente débil. Como sus niveles de sangre son bastante bajos, los médicos le han tenido que hacer transfusiones sanguíneas en varias ocasiones, pero dice que pocas semanas después, sus niveles de sangre vuelven a ser bajos. Le dije que buscaría información sobre la anemia en Internet y se la daría porque quizá le serviría de algo (por cierto, Jeannot nunca en su vida ha usado un ordenador, aunque me dijo que le gustaría aprender a hacerlo algún día). Busqué "anémie" en Wikipedia, imprimí el texto y se lo di. Días más tarde me dijo que había mostrado el texto a su médico y lo habían revisado juntos. Jeannot está triste por su hijo. Dice que "La gente con anemia vive muchos menos años que los demás; pero así lo quiso Dios, y Él sabe por qué lo hace. Oh là là, tout est difficile au Congo; en tout cas c'est grave."